Sentido de la vida


–Viktor Frankl nos ha marcado la existencia de una “vía regia” para descubrirlo, a través de la realización de tres categorías de valor. La primera sería la de los valores de creación, es decir, tratar de poner algo de nosotros para que el mundo sea mejor. Por ejemplo, cuando la cajera del supermercado nos atiende con simpatía y diligentemente, hace que nuestro mundo sea mejor que si nos atendiera con antipatía y dejadez. Es decir, por el solo hecho de realizar nuestro trabajo de manera responsable, ya hacemos un aporte al mundo. De allí para arriba, los actos solidarios, colaborar con un vecino, ayudar a alguien, comprometernos con una causa (el ambientalismo o, simplemente, recoger la suciedad del perro en  la calle, etc.), son todas manifestaciones de estos valores.




La segunda categoría es la de los valores de experiencia o vivenciales. Estos son contrarios a los anteriores, es decir, cuando tomamos algo del mundo para nuestro enriquecimiento personal. El mundo dispone para nosotros un abanico gratuito y generoso de circunstancias para enriquecernos. Por ejemplo, esa música que suena en la radio, nuestra mujer diciendo que nos ama o el beso de nuestros hijos. Es decir, nadie está obligado a querernos, de modo que el amor es gratuito, generoso, y nos enriquece.

La tercera categoría son los valores de actitud. Cuando vivimos una circunstancia que no podemos modificar o eludir, que no es placentera ni querida, esa circunstancia nos apela a tomar una posición ante ella y transformarla en un triunfo personal. Se trata de hacer uso de la imperdible libertad para dar una respuesta tomando posición ante lo inevitable. 

De este modo, transitando estos tres canales de valor, es posible descubrir el sentido, reconectarse con él si lo sentimos perdido, plenificarlo en el acto cotidiano de vivir.  

 

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