Cajones llenos de secretos

Eran tres cajones de tres mesillas de noche.
El de la madre estaba llenos de pastillas para dormir. La raíz de su insomnio “crónico” era en realidad era una idea: “aunque no lo soporto, por mi hijo aguantaré a mi marido hasta que se haga mayor”.
El del padre estaba lleno de revistas pornográficas y teléfonos de sus amiguitas. Su insatisfacción sexual tenía su raíz en una idea: “aunque detesto a mi mujer, es la madre de mi hijo y no la dejaré hasta que éste sea mayor”.
El del hijo estaba lleno culpa, pues se sentía responsable de la infelicidad de sus padres.
 
 

 
 
 
Decía Gurdjeff: “Nacemos como páginas en blanco que cualquiera va escribiendo en ellas hasta emborronarlas de tal modo que ya no parecen blancas”
 
Con más de cuarenta años a sus espaldas acababa de comprender que sobre su página en blanco, la familia, la educación, la sociedad y la cultura habían garabateado de todo. Hasta tal punto que no sabía quien se escondía tras su máscara tan aparentemente bien confeccionada.
Por una parte estaban los miedos que, en su tierna infancia, escondió por temor a que se descubriera que no cumplía con lo que se esperaba de él. Creía no ser digno de ninguna caricia, no merecedor de ningún premio. También lo hicieron sentir indigno cuando trató de explorar su entorno inmediato que le vendieron como nebuloso y peligroso.
Tomó conciencia de que la soledad que lo envolvía, así como ciertos miedos a la hora de entrar en acción, eran productos de miedos heredados que debía devolver. La “devolución” de todos los condicionantes infantiles se convirtió en su propósito principal. Se puso manos a la obra para encontrarse a sí mismo.
 
Fuente: Plano Creativo

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